"The Celtics are not a basketball team, they're a way of life"

La suerte del campeón

Fuente: solobasket.com
Autor: meej

8 de Febrero de 2008

La historia de cómo Red Auerbach rechazó a Bob Cousy para terminar recibiéndolo contra su voluntad es bien conocida. Sin embargo, nunca está de más volverla a recordar.

El verano de 1950, el baloncesto profesional en Boston era un avispero. Por una parte, los Celtics habían vuelto a cambiar de responsable, quedando en las manos de un tal “Red” Auerbach que triunfara un par de años antes en Washington. Por otra parte, el mayor talento local de la historia se licenciaba de la universidad de Holy Cross, y los Celtics disponían del número uno del draft. La presión para que Auerbach drafteara a Bob Cousy era intensa, y no quiero ni imaginar si los medios se hubieran olido que además de rechazar al ídolo local, los Celtics estaban a punto de draftear al primer jugador negro, Chuck Cooper.

Oficialmente, Auerbach no quería a Cousy porque necesitaba a un pívot, y era verdad. Además, los Celtics habían buscado el favor popular drafteando a estrellas locales en el pasado inmediato, con resultados hilarantes. Del mismo Holy Cross había venido su otra estrella, George Kaftan, e incluso el entrenador “Doggie” Julian; y ambos habían fracasado. En una cita posteriormente famosa, “Red” bramó contra la sugerencia de que eligiera con el número uno a quien describió como “el palurdo del pueblo”.

Por su parte, Bob Cousy tenía poco interés por continuar su carrera deportiva. Acababa de casarse y de abrir su primera gasolinera a medias con su compañero Frank Oftring (elegido, éste sí, en octava ronda por los Celtics por motivos puramente publicitarios), y su plan era abrir una cadena de gasolineras y de autoescuelas, aprovechando el tirón de su popularidad y el nuevo mercado creado por el acceso de la mujer al volante. Muchas señoras querían sacarse el carnet, y quién mejor para darles clase que ese buen chico de una universidad católica. Cousy no se cerraba en banda a la posibilidad de seguir su carrera, pero no iba a abandonar su negocio por los cuatro duros que pagaba el baloncesto profesional. Aunque firmó por el equipo que lo eligió (los Tri-Cities Blackhawks, con el nº 3), no hizo el menor intento por viajar a Illinois.

Sus derechos fueron dando vueltas por la liga, y llegaron a manos de los Chicago Stags a tiempo de que esta franquicia declarara la quiebra. Sus activos fueron repartidos entre los demás equipos, y concretamente Warriors, Knicks y Celtics se disputaron sus “guards”. Los tres equipos tenían exactamente la misma preferencia: los tres querían a Max Zaslofski, máximo anotador de la liga un par de años antes; si no, los tres se conformarían con Andy Phillip, un base que llegaría a allstar; al que ninguno quería es a Bob Cousy. Incapaz de llegar a ningún acuerdo, finalmente Maurice Podoloff escribió los tres nombres en tres papelitos y los metió en un sombrero. Representantes de cada uno de los equipos los sacaron, y así fue como los derechos sobre Bob Cousy volvieron a Boston.

En 1956, “Red” drafteó a Bill Russell, también con toda una historia porque necesitó que otros se echaran atrás ante los $25000 que pedía el muchacho (cómo han cambiado los tiempos, hoy se gastan eso en los cafés de mientras negocian) y un traspaso en el que según algunos formó parte el espectáculo de patinaje “the Ice Capades”. Ya tenían su pívot, y con Cousy y Russell llegaron los 11 títulos en 13 temporadas. Pero ¿y si no hubieran conseguido ni a Russell ni a Cousy? La clave de esta especulación reside en la respuesta a otra pregunta: sabemos ya que los Celtics no eligieron a Cousy con ese nº 1 del draft, pero ¿a quién eligieron? Pues a Charlie Share.

Charlie Share era un pívot anchote de 2.10 procedente de Bowling Green, y nunca llegó a debutar con los Celtics. Aunque a la NBA no le gusta recordarlo, la fusión entre la BAA y la NBL para formar la nueva liga fue cualquier cosa menos un proceso rápido y suave. Durante varios años, los equipos saltaban de una a otra liga o incluso se independizaban, dependiendo del interés o el capricho de unos propietarios que formaban el grupo más estrambótico y arbitrario que se pueda imaginar. Eventualmente se estableció una tendencia general, por la que los clubes más fuertes de la NBL se intentaban incorporar a la BAA, una liga con menos nivel e historial deportivo pero más sólida financieramente (dentro de lo que era la solidez financiera del baloncesto de la época). Nunca hay que olvidar que la NBA sólo sobrevivió porque estaba formada por un grupo de propietarios y gerentes de pabellones situados en ciudades importantes.

No quedaba sitio para pequeñas ciudades como Oshkosh, pese a todo su historial de baloncesto. En el verano de 1950, tres de esas franquicias comprendieron que no tenían futuro en la NBA, e intentaron dar marcha atrás a la historia y volver a los días de la NBL. Los Denver Refiners, Sheboygan Redskins y Waterloo Hawks abandonaron la NBA y formaron junto con otros cinco equipos la “National Professional Basketball League”. La nueva liga estaba sedienta de talento (su mejor jugador sería Bob Brannum, futuro “enforcer” de los Celtics), e intentaron encontrarlo arrebatándoselo a la NBA. Representantes de la franquicia de Waterloo localizaron a Charlie Share, y le pusieron $2500 encima de la mesa: si firmaba, eran suyos. Y firmó.

La aventura de la NPBL duró lo que duran estas cosas: apenas la mitad de equipos llegaron al final de la temporada, no hubo playoffs y la liga se disolvió. Share había abandonado el equipo mucho antes, hacia navidades, seguramente por impago. Sin embargo, la NPBL hizo valer su contrato ante los tribunales y Charlie Share no pudo jugar en toda la temporada, hasta que la muerte de la liga lo liberó de sus obligaciones. Para entonces, Boston ya no estaba interesado. Para compensar la fuga de Share, y ante la endeblez de los Celtics, la liga les había asignado al pívot estrella “Easy Ed” Macauley cuando quebró la franquicia de St. Louis. Finalmente, Boston traspasó los derechos de Charlie Share a los Pistons, y éste tuvo una carrera sólida de nueve temporadas como titular, llegando a campeón de la NBA en 1958.

Eso es lo que pasó. ¿Qué hubiera pasado si Charlie Share se hubiera quedado en los Celtics? Quién sabe. Es posible que sus carencias hubieran llevado a “Red” Auerbach a concluir que necesitaba un pívot de más garantías, y hubiera ido a por Russell de todas formas. Pasó con Ed Macauley, a fin de cuentas. Pero Share era un jugador muy diferente: duro, anguloso, con un corpachón que recordaba al de Clyde Lovellette. No era un jugador ligero y anotador como Macauley, sino un obrero de la zona, un metalúrgico de la defensa y los rebotes. Justo el tipo de pívot que buscaban los Celtics.

Considerando el altísimo coste que tuvo el fichaje de Bill Russell (una estrella en decadencia como Macauley, más un jugador muy prometedor como Cliff Hagan, más pagarle no menos de $25000 al jugador con la franquicia en una delicada situación económica), existe la posibilidad de que Auerbach hubiera apostado por lo conocido. Una posibilidad muy real de que el verano de 1950 sólo el azar impidiera que “Red” Auerbach renunciara a Bob Cousy y Bill Russell. De que sólo el azar los llevara en volandas a ser la mayor dinastía de la historia del deporte estadounidense.

Por si alguna vez alguien dudó de que existe una cosa que se llama “la suerte del campeón”.

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