Autor: Santiago Segurola
30 de Octubre de 2006
Hay hombres que resultan tan grandes como el mayor de los deportes. Son pocos y por ello no se discuten. Arnold "Red" Auerbach pertenecía a esta rara especie de gigantes. Si la NBA es la Liga de Bob Russell, Wilt Chamberlain, Jerry West, Larry Bird, Magic Johnson, Michael Jordan y Shaquille O'Neal, se debe principalmente a este hombre, fallecido el sábado a los 89 años, primer actor de la gran Liga del baloncesto desde su primera edición en 1946. El resto se puede medir en números o en el perfil de uno de los personajes más trascendentes en la historia del deporte moderno.
Auerbach nació en Brooklyn, como buena parte de los grandes factores del baloncesto. Y como muchos de ellos, se educó en una familia judía, procedente de Rusia por vía paterna. En las duras calles de Brooklyn, Red Auerbach agudizó su instinto competitivo, la arrogancia y el olfato para pescar la diferencia entre lo bueno y lo sublime. El resultado se vio mucho después, cuando la NBA nació en 1946, una inestable Liga de baloncesto profesional que intentaba ganar algo de terreno al béisbol y al fútbol americano. Auerbach formó parte del primer elenco de entrenadores de la NBA. Dirigió con buenos resultados a los Washington Capitols, pero su destino estaba en Boston, la ciudad que siempre ha rivalizado con Nueva York por la supremacía del deporte en la Costa Este. Si el traspaso de Babe Ruth de los Boston Red Sox a los Yankees de Nueva York invirtió el curso de la historia en el béisbol, la contratación del neoyorquino Auerbach por los Celtics colocó al equipo de Boston en la cima de la NBA. Entrenador, manager y finalmente presidente, el historial de Auerbach con los Celtics es grandioso: 16 títulos, ocho de ellos consecutivos, entre 1959 y 1966, como técnico del mejor equipo de la historia.
Auerbach, supremo conocedor del baloncesto y del alma humana, no fue el más fácil de los entrenadores. Detestado por las hinchadas rivales y por muchos de sus colegas, su carácter competitivo se manifestaba en todo momento, sin tregua para nadie. No hubo partido, por intrascendente que fuera, que no inflamara su carácter ganador. Se peleó con árbitros, aficionados, periodistas y entrenadores. No era fácil soportar las maneras del hombre que inevitablemente encendía un puro cuando daba un partido por ganado. A los contrarios les parecía una falta de respeto, como tantas de sus tretas. Auerbach decía que no había nacido para la hipocresía: "Si el partido está ganado, me relajo y me fumo un puro. No me dedico a hacer el papel de entrenador agobiado para las cámaras de televisión".
Adorado en Boston, donde su figura supera el mito y define a una ciudad que nunca había sentido especial pasión por baloncesto hasta la llegada de Auerbach en 1949, su importancia se escapa a la leyenda de los Celtics. La NBA es lo que es por el impacto del equipo que formó Auerbach tras la elección del pívot Bill Russell en el draft de 1956. Todo lo que sucedió después simplemente es la consagración de la NBA como uno de los tres grandes profesionales en Norteamérica. Con Bob Cousy, Sam Jones, KC Jones, John Havlicek y Bill Russell a la cabeza, los Celtics significaron la frontera que casi nunca lograron traspasar los Wilt Chamberlain, Hal Greer, Elgin Baylor o Jerry West. Ellos formaban parte de los Sixers de Filadelfia o de los Lakers de Los Ángeles. Generalmente su destino fue la derrota ante los Celtics que urdió Red Auerbach.
Cuando se retiró como entrenador en 1966, ascendió a manager del equipo, donde demostró su capacidad para elegir a jugadores ganadores. Gente como Jo Jo White o David Cowens, mantuvieron la tradición ganadora de los Celtics en los años setenta. Cuando llegaron los raros fracasos, Auerbach casi siempre tenía una carta ganadora. En 1978 eligió en el draft a un jugador de la Universidad Estatal de Indiana, un centro de cuarta fila en el concierto del baloncesto universitario. Pero durante dos años, aquel equipo dio que hablar. Un chico de la zona lo puso en el mapa. Se llamaba Larry Bird. Auerbach se atrevió a ficharle un año antes de que pudiera ingresar en la NBA. Fue un riesgo que otros equipos no corrieron. Fichó a Bird, cambió la elección de Joe Barry Carroll en 1980 por el menos conocido Robert Parish, pívot de los Warriors, y el fichaje de Kevin McHale, procedente de la Universidad de Minnesota.
Allí nacieron los célebres Celtics de los ochenta, cuyo destino y casi el de Red Auerbach se quebraría una tarde de junio de 1986. Ese día, los Celtics escogieron a Len Bias en el draft universitario. Estaba destinado a convertirse en el nuevo Michael Jordan. Un día después murió por una sobredosis de crack. Los Celtics no volvieron a ganar ningún título. Auerbach, presidente entonces del equipo, no pudo reflotar al equipo, roto por las lesiones y la tragedia. La muerte del alero Reggie Lewis acabaría con los nuevos sueños de Red Auerbach. Los Celtics tendrían la leyenda, pero no los éxitos. La leyenda la había forjado el hombre que murió el sábado.
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